- Profesora, ¿hace falta que te pongamos por qué se llama la Guerra de las Naranjas?
- No, no hace falta.
- Da igual yo te lo pongo.
Corrigiendo exámenes...
Estuvimos la semana pasada analizando algunos de los símbolos de la Revolución francesa que actualmente siguen siendo emblema distintivo de los franceses, entre otros, la bandera, el día nacional y el himno. Nos quedaremos hoy con este último.
Ya escuchamos en clase La Marsellesa y, solo si entendemos la situación internacional por la que atravesaba Francia desde abril de 1792, podremos comprender la letra del himno. Es un canto a la lucha por la patria, a defender la revolución a morir por ella. Os dejo un par de curiosidades sobre el himno: sobre el origen de su nombre y sobre su compositor.
Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán de ingeniería en la guarnición de Estrasburgo, compuso este aire durante la noche del 24 al 25 de abril de 1792, a petición del alcalde de dicha ciudad. El canto, titulado Chant de guerre pour l'armée du Rhin (Canto de guerra para el ejército del Rin), se difundió en el país. Un general del ejército de Egipto, François Mireur, quien había acudido a Marsella con el fin de preparar la marcha conjunta de los voluntarios de Montpellier y de Marsella, lo presentó con el título de Chant de guerre aux armés aux frontières (Canto de guerra para los ejércitos de las fronteras). Las tropas marsellesas lo adoptaron entonces como cantar de marcha. Lo entonaron al entrar en París, el 30 de julio de 1792, y los parisinos lo bautizan como La Marseillaise.
Fuente: la gaceta de Cyrano
LA MARSELLESA
El himno más famoso del mundo nació de un famoso momento de la historia universal. Pero también nació de la mano que lo escribió y de la boca que por primera vez lo tarareó: la mano y la boca de su nada famoso autor, el capitán Rouget de Lisle, que lo compuso en una noche.
Dictaron la letra las voces de l acalle, y la música brotó como si el autor la hubiera tenido adentro, desde siempre, esperando salir.
Corría el año 1792, horas turbulentas: las tropas prusianas avanzaban contra la revolución francesa. Arengas y problcamas alborotaban las calles de Estrasburgo:
- ¡A las armas, ciudadanos!
En defensa de la volución acosada, el recién reclutado ejército del Rin partió hacia el frente. El himno de Rouget dio brío a las tropas. Sonó, emocionó; y un par de meses después reapareció, quién sabe cómo, en la otra punta de Francia. Los voluntarios de Marsella marchaaron al combate entonando esa canción poderosa, que pasó a llamarse la Marsellesa, y toda Francia le hizo el coro. Y el pueblo asaltó, cantándola, el palacio de Tullerías.
El autor marcó preso. El capitán Rouget era sospechoso de traición a la patria, porque había cometido la insensatez de discrepar con doña Guillotina, la más afilada ideóloga de la revolución.
Por fin, salió de la cárcel. Sin uniforme, sin salario.
Durante años arrastró su vida, comido por las pulgas, coorido por la policía. Cuando decía que él era el papá del himno de la revolución, la gente se le reía en la cara.
Eduardo Galeano, Espejos.
Una curiosidad más que encontré preparando la entrada: debido al alto desconocimiento del himno entre muchos jóvenes franceses, la ley Fillon para la reforma de la educación adoptada en marzo de 2005, incluye la obligación del aprendizaje de la Marsellesa en la educación infantil y primaria. Pues tiene una letra como para que la aprendan en infantil. No sabrán ni lo que cantan… pero que lo canten.